martes, 19 de julio de 2011

QUIEN CONOCE POCAS PALABRAS, PIENSA MENOS


¿Cómo se refleja el lenguaje en los medios? ¿Estos empobrecen el lenguaje actual?


— Hay de todo. Los diarios son los que tienen tal vez el mejor lenguaje, porque para la producción del diario todavía queda un espacio de revisión, corrección y supervisión, pese a que han desaparecido los correctores y por eso se filtran los problemas. El mayor desajuste lingüístico de los diarios lo tienen los títulos porque tratan de captar la atención y lo que hacen es forzar el lenguaje, romper la sintaxis, y ahí es donde cometen desafueros sintácticos. Pero en general nuestro periodismo es bueno. Tenemos colaboraciones de hombres como Vargas Llosa o, en el caso de Tucumán, Tomas Eloy Martínez, cuando vivía; todo esto hace que mejore el nivel. Esta presencia de intelectuales no se da tan frecuentemente en televisión o en radio. En televisión tenemos géneros que son absolutamente descartables desde el punto de vista del idioma. Los géneros que hoy en día están muy desaforados son los programas de chismes; tienen dos características: pobreza y vulgaridad. En segundo lugar, son muy limitados los programas de fútbol, que es una pena, ya que la Argentina fue un modelo. Había gente de altísimo nivel y hoy quedan muy pocos: Enrique Macaya Márquez o Víctor Hugo Morales, el resto improvisa mucho y no tiene dominio del sistema. La radio presenta un desafuero lingüístico y hay demasiada letrina. Mi tesis es que una puteada, un insulto, una mala palabra son efectivos cuando son colocados insospechadamente en medio de un lenguaje terso, pero si usted lleva todo el lenguaje a una cloaca, pierde efectividad. Pero lo más grave de todo es la pobreza en materia de recursos para la expresión. El hombre piensa con palabras; si tiene pocas palabras, piensa menos. Es importante que en una democracia la gente esté habilitada para hablar, porque puede hacer sus reclamos, sus denuncias.Los pobres indígenas Tobas que están en la Avenida 9 de Julio no tienen capacidad expresiva para defender lo que quieren y entonces pasan a ser ciudadanos de segunda porque no son escuchados. El otro recurso que queda es la violencia; lo que no se dice con las palabras sale con un sopapo.

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